Las carillas dentales son láminas delgadas que se adhieren a la parte frontal de los dientes para mejorar su apariencia estética. Se utilizan comúnmente para corregir problemas como dientes manchados, desgastados, desalineados, fracturados o con espacios entre ellos. Existen principalmente dos tipos de carillas: de porcelana, que ofrecen mayor durabilidad y resistencia a las manchas, y de resina compuesta, que son más económicas y requieren menos tiempo para colocarse.
Aunque las carillas se consideran un tratamiento de larga duración, no son completamente permanentes. Su duración puede variar entre 7 y 20 años, dependiendo del material utilizado, los hábitos del paciente y el cuidado oral. Con el tiempo, pueden necesitar reemplazo debido al desgaste natural, fracturas, cambio de color o retracción de las encías que deja expuesta parte del diente original.
Un aspecto importante es que, para colocar las carillas, generalmente se debe tallar o desgastar parte del esmalte dental. Este proceso es irreversible, lo que significa que una vez que se colocan las carillas, el diente no puede volver a su estado natural sin algún tipo de restauración. Por eso, especialmente en el caso de las carillas de porcelana, se considera un tratamiento irreversible y de compromiso a largo plazo.
En conclusión, aunque las carillas dentales no duran para siempre, ofrecen una solución estética muy efectiva y duradera. Es fundamental mantener una buena higiene bucal, evitar morder objetos duros y acudir regularmente al dentista para asegurar su buen estado. Además, la decisión de colocarlas debe ser tomada junto con un profesional, evaluando tanto los beneficios como los compromisos a futuro.
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Cirujano Dentista - Dr. José Cano Salinas