La corona metal-porcelana es un tipo de restauración dental fija que se utiliza para recubrir y proteger un diente dañado, restaurando su forma, función y estética. Está compuesta por una estructura interna metálica (que le da resistencia) y una capa externa de porcelana (cerámica) que imita el color y la apariencia natural del diente. Es una de las coronas más utilizadas en odontología por su combinación de durabilidad y estética aceptable.
El proceso para colocar una corona metal-porcelana comienza con el tallado del diente para crear el espacio necesario. Luego, se toma una impresión o escaneo digital, a partir del cual se fabrica la corona en el laboratorio dental. Finalmente, se cementa de forma permanente sobre el diente preparado. También puede colocarse sobre un implante dental para reemplazar un diente ausente.
Entre sus ventajas, destaca su resistencia a la fractura, lo que la hace adecuada tanto para sectores posteriores (molares y premolares) como anteriores. La porcelana externa permite una apariencia estética aceptable, especialmente cuando se utiliza en zonas donde la sonrisa es visible. Además, es más económica que una corona totalmente cerámica o de zirconio.
Sin embargo, presenta algunas desventajas. Con el tiempo, puede producirse una recesión gingival que exponga el borde metálico en la base de la corona, afectando la estética. Además, la porcelana puede desgastarse o fracturarse si el paciente tiene hábitos como el bruxismo. En pacientes con encías delgadas, puede notarse un leve sombreado grisáceo en la zona cervical.
En resumen, la corona metal-porcelana es una solución restauradora muy usada por su equilibrio entre resistencia, funcionalidad y estética. Aunque ha sido en parte reemplazada por materiales más estéticos como el zirconio o la cerámica pura en zonas visibles, sigue siendo una excelente opción, especialmente en los sectores posteriores o cuando se busca una alternativa más económica sin comprometer la durabilidad.
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Cirujano Dentista - Dr. José Cano Salinas
